«Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro». En la batalla o Milagro de Empel, los soldados de los tercios españoles se enfrentaron a una escuadra de naves holandesa, lo que constituyó uno de los hechos de armas más insólitos e icónicos de la Guerra de Flandes.
En noviembre de 1585, tras la conquista de Amberes aquel agosto, Alejandro Farnesio envió unos 5000 infantes españoles al mando de Francisco de Bobadilla a ocupar la isla de Bommel, una posición estratégica formada por el río Mosa y el Waal, uno de los ramales del curso bajo del Rin. Tomar la isla le proporcionaría una cabeza de puente para una ulterior ofensiva sobre Holanda, núcleo político y económico de las Provincias Unidas. El pequeño ejército español cruzó el Mosa en barcas junto a Bolduque, ciudad en manos católicas, y ocupó fácilmente toda la isla excepto su capital, Zaltbommel, y algunos fuertes.
Las Provincias Unidas vieron la ocasión de resarcirse de la pérdida de Amberes y acabar con los soldados españoles, y para ello enviaron desde Dordrecht una flotilla fluvial al mando de Filips van Hohenlohe-Neuenstein, conde de Holac, con un centenar de embarcaciones. Los holandeses practicaron brechas en los diques de la isla y abrieron varias esclusas, cosa que inundó el terreno y confinó a los infantes españoles a una estrecha lengua de tierra en un dique junto al pueblo de Empel.
Los intentos de socorro desde Bolduque del conde Carlos de Mansfeld, general de la artillería del Ejército de Flandes, resultaron infructuosos, al igual que las tentativas españolas de hallar una vía de escape.
El milagro de Empel
Las provisiones empezaron a agotarse y el mal tiempo mermó la moral de la tropa hasta que se produjo un hallazgo fortuito. Un soldado encontró accidentalmente, mientras cavaba una trinchera, una tabla flamenca con la imagen de la Virgen María, a la que se encomendaron los españoles, dispuestos a vender caras sus vidas. Ello levantó los ánimos y fue interpretado como un buen augurio.
En las horas siguientes, un brusco descenso de las temperaturas comenzó a congelar las aguas del Mosa y el Waal, cosa que llevó a Holac a ordenar la retirada de sus naves para evitar que quedasen atrapadas en el hielo que, mientras se retiraban, fueron acribilladas por los españoles. Acto seguido, los infantes en mejores condiciones embarcaron en las barcas con las que habían cruzado el Mosa y asaltaron los fuertes holandeses que se interponían entre ellos y Bolduque, lo que permitió que escaparan de la muerte o de una rendición que parecía inevitable.
Protagonizaron esta acción los tercios de Francisco de Bobadilla, Agustín de Íñiguez y Cristóbal de Mondragón (el Tercio Viejo de Lombardía), aunque sin Mondragón, que había sido nombrado castellano de la ciudadela de Amberes.
Ese mismo día se proclama la Inmaculada Concepción patrona de los Tercios de Flandes y de Italia, y desde 1892, del Arma de Infantería Española.
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