El 5 de junio de 1625, la ciudad holandesa de Breda se rindió al Ejército de Flandes, al mando de célebre comandante genovés Ambrosio Spínola, tras diez meses de asedio. El sitio de Breda fue un acontecimiento de magnas proporciones que atrajo la atención de Europa entera y halló repercusión en la pintura y la literatura del momento.
En 1621 expiró la Tregua de los Doce Años entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas. El triunfo de las facciones más beligerantes en ambos estados anunciaba la vuelta a las hostilidades.
Spínola conquistó Juliers a comienzos de 1622, pero fracasó ese mismo año ante Bergen op Zoom. En 1623 no se produjeron operaciones, pues ambos bandos necesitaban restablecerse. En 1624, Spínola decide sitiar Breda para impedir la navegación holandesa por el Hollands Diep, un brazo del delta del Mosa que conecta el puerto de Dordrecht con el Atlántico; y para aislar por tierra Bergen op Zoom y atajar las incursiones enemigas en Brabante.
Breda es una de las plazas fuertes mejor defendidas de Europa: sus murallas cuentan con quince bastiones, catorce revellines y seis hornabeques situados al otro lado del foso. La atraviesa el río Merck, que puede desbordarse con facilidad e inundar la campiña. El gobernador de Breda es Justino de Nassau, hijo bastardo de Guillermo de Orange, que tiene a sus órdenes 5200 soldados y 1800 burgueses armados. En previsión a un asedio, ha recibido víveres para un año.
El sitio de Breda
A finales de agosto, el conde Hendrik van den Bergh, segundo al mando de Spínola, realiza una maniobra de distracción sobre Grave y Nimega mientras el genovés avanza sobre Breda con 40 000 hombres. Mientras el Ejército de Flandes rodea Breda y establece cuatro cuarteles en Ginneken, Teteringen, Hage y Terheiden, Justino de Nassau ordena demoler las edificaciones de extramuros y arrasar todo elemento susceptible de dar cobertura a los sitiadores.
A raíz de la mala experiencia de Bergen op Zoom, Spínola determina rendir Breda por hambre y la bloquea completamente con una línea de parapetos reforzada, cada cierto, tramo, por reductos bien guarnecidos. En las primeras semanas del asedio, Justino de Nassau ordena una serie de salidas contra las posiciones católicas, lo que decide a Spínola a ordenar la construcción de una segunda línea de reductos, esta vez orientada hacia la ciudad.
Alimentar a los miles de soldados del campo sitiador resulta un desafío: los convoyes procedentes de Amberes deben dar un gran rodeo de doce horas y viajar con una nutrida escolta para evitar las emboscadas de la guarnición de Bergen op Zoom. El formidable dispositivo atrae a curiosos visitantes, como el joven príncipe Ladislao de Polonia, futuro Ladislao IV, que decidirá modernizar el Ejército polaco tras ser testigo de los avances militares hispánicos.
Entre tanto, un joven francés llamado Bréauté, que sirve en la guarnición de Breda, desafía a un duelo al flamenco Lancelot de Grobbendonk para vengar la muerte de su padre años atrás. Sin embargo, él mismo resulta muerto.
Incapaz de romper la línea de circunvalación católica, Mauricio de Nassau realiza un fallido golpe de mano sobre la ciudadela de Amberes una noche tormentosa. Para despistar a los españoles, las lonas de sus carros llevan la cruz de Borgoña. No obstante, el ardid es descubierto. Gravemente enfermo, Mauricio se retira a La Haya, donde fallecerá el 23 de abril de 1625, no sin antes contratar al mercenario Ernst von Mansfeld para que viaje a Inglaterra y reclute allí tropas con las que romper el cerco.
El hambre comienza a mellar el ánimo de los defensores, que se alimentan de aceite de nabos y, si tienen dinero con el que sobornar al verdugo de la ciudad, con carne de perro. El 15 de mayo, Federico Enrique de Orange, hermano y sucesor de Mauricio, lanza un feroz asalto con 6000 hombres sobre el cuartel de Terheiden, pero los infantes italianos del sargento mayor Carlo Roma los rechazan.
El 1 de junio, cuando ya han muerto cinco mil personas de hambre en Breda, se entablan negociaciones para la rendición, que se produce el día 5. Pese a lo que refleja el famoso lienzo de Velázquez, Justino de Nassau no se postra ante Spínola.
La infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos, acude a la ciudad semanas después y asiste a la primera misa católica que se celebra en Breda desde 1590, oficiada por el cardenal Alfonso de la Cueva. A pesar del considerable éxito de propaganda, la rendición de Breda no se tradujo en ventaja estratégica alguna. Su enorme coste convenció al conde-duque de Olivares de adoptar una estrategia defensiva en tierra para volcar los recursos en la guerra naval y comercial. Breda volvería a manos de las Provincias Unidas doce años más tarde, el 11 de octubre de 1637, tras un asedio de tres meses.
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