«Llegué, vi, y Dios venció», dicen que pronunció el emperador Carlos V tras la aplastante victoria de sus tropas sobre la Liga de Esmalcalda en la batalla de Mühlberg, librada un 24 de abril de 1547
Desde que Lutero expusiera sus famosas 95 tesis en 1517, el Sacro Imperio Romano Germánico se había escindido sin remedio entre los que optaron por seguir estas nuevas premisas y los que, junto con el emperador, optaron por continuar fieles a la Santa Sede y al catolicismo.
Pese a varios inicialmente esperanzadores intentos de conciliación y mediación tanto por parte del emperador en las Dietas, como de la Iglesia romana en un Concilio, la situación se enquistó y se terminó optando por la resolución a través de la vía militar. Los príncipes luteranos, liderados por el elector Federico III de Sajonia y el landgrave Felipe I de Hesse, terminaron por formar una liga o alianza militar en 1531, a la que dieron el nombre de la localidad en la cual habían celebrado las reuniones para su creación: Esmalcalda. De inmediato comenzaron a establecer alianzas con los enemigos del emperador: Francia y Dinamarca.
Tras un inicio de las hostilidades esperanzador para los protestantes, con la ocupación en 1546 de varios territorios católicos y la expulsión de los ejércitos imperiales hasta Baviera, llegó la contundente respuesta del rey de romanos.
Una serie de ejércitos fueron enviados desde los diferentes confines de los territorios de los Habsburgo: tercios españoles procedentes de Italia y Hungría, liderados por el duque de Alba, tropas francesas católicas, que hasta hacia muy poco habían sido enemigos en Italia, tropas papales comandadas por Octavio Farnesio, y un buen contingente de bohemios y austriacos liderados por archiduque de Austria y rey de Bohemia, Fernando, hermano del emperador, y el propio emperador al frente de todo el conjunto.
Gran parte de las tropas de la Liga optaron por deponer las armas y pedir clemencia al emperador, pero el elector de Sajonia, Juan Federico, decidió tentar a la suerte. El choque entre ambos ejércitos tuvo lugar el 24 de abril en las cercanías de Mühlberg, a orillas del Elba.
La batalla de Mühlberg
Las tropas luteranas contaban con que la gran dificultad de atravesar el río les permitiría replegarse a tiempo y escapar del ejercito imperial, que los doblaba en tamaño, si bien en esta ocasión el arrojo hispano iba a dar al traste con esta idea:
Un puñado de españoles se lanzó al agua con las espadas en la boca en una de las primeras acciones de “encamisada”, que tan famosas se harán durante las posteriores campañas flamencas, de las que tenemos noticia.
No solo cruzan el río pese al fuego enemigo, sino que capturan un puente de pontones y lo trasladan a la otra orilla, permitiendo el paso franco a la totalidad del ejército imperial, que puso en fuga a las sorprendidas tropas protestantes.
Tras aplastar a los restos que aún quedaban en las cercanías del rio, el contingente aliado inició la persecución de Juan Federico y de los restos de su ejército. En un intento desesperado de retrasar el avance enemigo, el elector de Sajonia ordenó a su caballería hacer una carga desesperada contra el contingente imperial, cuyo resultado fue tan catastrófico como cabría prever dada la aplastante superioridad enemiga, por lo que, tras morir a cientos, la caballería sajona acabó por girar grupas y salir huyendo. Con todo perdido, los restos del ejército de la Liga de Esmalcalda, junto con su líder, fueron capturados.
Las bajas estimadas fueron de entre un tercio y casi la mitad del ejercito protestante muerto o herido, aparte de la práctica totalidad capturado, frente a una veintena de fallecidos del bando imperial. La Liga de Esmalcalda quedó disuelta y sus jefes, encarcelados; a Mauricio de Sajonia se le otorgó el cargo de elector de su primo rebelde por su apoyo a la causa imperial, pese a ser también luterano, y Carlos V salió triunfante y reforzado en su poder imperial.
El emperador podía darse por satisfecho: la practica totalidad del ejercito enemigo, destruido o capturado, y los principales líderes de la Liga prisioneros. La victoria era total, aunque los hechos demostrarían que aquella guerra de religión distaba mucho de haber terminado. Al poco los luteranos se aliaron con los franceses, que ocuparon las plazas imperiales de Metz, Toul y Verdún, lo que sumado a una nueva campaña turca contra los territorios austriacos y la traición de Mauricio de Sajonia, el nuevo elector, insuflaron renovadas fuerzas a la Liga.
Por Vicente Moreno
MINIATURAS DE TERCIOS ESPAÑOLES
Recent Comments